El TLC y el PAN… los errores se pagan

El PAN registra ya francos signos de decrepitud que parecen irreversibles. Para el caso, se vale hacer el balance en términos de conocer en sus casi ocho décadas de existencia, su incidencia positiva o negativa, en la vida pública y política de México, en relación con los parámetros de democracia, libertad y justicia social. Este balance se inicia con la valoración a partir de su finalidad de origen, como partido político independiente, de afiliación voluntaria, que contrastaba con el partido oficial (PNR-PRI) que dependía económicamente del gobierno y de las filiaciones obligadas a sus trabajadores y de los que pertenecían a las centrales obreras y populares, que conforman los miembros corporativos o sectoriales del partido que se mantenían en el poder.

Es obvio que así Acción Nacional aportó una alternativa democrática de participación política ciudadana individual y libre, que lo sitúa en la modernidad progresista de los partidos que emergían en Europa y América Latina después de la guerra. La segunda gran aportación fue el que en un medio político hiperideologizado, al grado de que las propuestas siempre radicalizadas caían en un dogmatismo maniqueo de exclusión a los contrarios, con intenciones hegemónicas, el PAN en cambio, generó una declaración de principios de doctrina que por encima de ideologías, postulaba la pluralidad de la sociedad y la libertad ciudadana a partir de ese reconocimiento para que, en la práctica democrática, se respetara e incluyera a todos los mexicanos con sus personales convicciones.