Descontento con la democracia (7 y último)

 

La fundación del PRI obedeció a tres propósitos fundamentales: Propiciar la transferencia pacífica del poder, garantizando la no reelección, dar legitimidad política al gobierno mediante procesos electorales formales e impulsar la transformación del país con el apoyo de las masas populares y las clases medias emergentes. Bajo la inspiración del partido católico, el PAN surgió para combatir a los gobiernos surgidos de este proceso. Por su parte, los partidos de izquierda nacen para increpar la proclividad oficial a favorecer las “moderaciones ideológicas” reclamadas por un sector empresarial emergente.  Apoyado en el rechazo estadounidense al nacionalismo postulado por el PRI y el respaldo del clero, el PAN se alzó, al final, con el triunfo. Desde hace 17 años, sus principios y prácticas gobiernan México.

No levantemos castillos en el aire; no importa el partido triunfador en las elecciones del año próximo; la nueva administración seguirá haciendo más de lo mismo. Los recién electos gobernantes proseguirán aplicando la misma política económica, recomendada por los círculos financieros; dominados por la partidocracia, su incompetencia política será, de nueva cuenta, recurrente; el desorden institucional difícilmente restaurará la paz y la seguridad reclamada por la sociedad, y, finalmente, el desarreglo nacional recrudecerá las relaciones con el vecino país del norte. En tanto el gobierno gasta brazadas de dinero en publicidad destinadas exhibir sus éxitos, los anhelos de amplios sectores de la sociedad estarán naufragando en la pobreza, en la desesperanza, en la informalidad, y el otrora prestigio de México en el marco internacional se irá disipando. ¿Qué hacer?