*Sarah Matry Guerre: La danza, conciencia del cuerpo*

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*La coreógrafa francesa comparte en la EPDM su método de ballet*
Mazatlán, Sinaloa, 24 de octubre de 2025.- La Escuela Profesional de Danza de Mazatlán (EPDM) abrió sus puertas a la reconocida bailarina, coreógrafa y gestora cultural Sarah Matry Guerre, originaria de Montpellier, Francia, quien impartió clases y charlas sobre su método W³ Ballet, una propuesta pedagógica que une el pensamiento corporal con la emoción y la percepción sensorial.
Formada en el Conservatorio de Montpellier, LABAN (Londres) y el New World School of the Arts (Miami), Sarah ha trabajado con destacados creadores como Sidi Larbi Cherkaoui, Roy Assaf y Tania Pérez-Salas. Fue asistente de dirección del TCUNAM (2018–2024) y es cofundadora de la compañía W.E.Cie. Su obra cruza la danza, las instalaciones y el pensamiento intercultural, y ha sido presentada en Francia, México, Panamá, Marruecos, Canadá y Estados Unidos.
La visita de Sarah Matry Guerre reafirma el espíritu formativo e internacional de la EPDM, donde la danza no sólo se aprende, sino que se piensa, se siente y se comparte.
Su método W³ Ballet no busca cuerpos perfectos, sino mentes despiertas, bailarines conscientes de qué, cuándo y dónde están en el espacio, dispuestos a transformar cada movimiento en un acto de presencia y pensamiento.
Durante su estancia en la EPDM, Sarah compartió la base conceptual de su propuesta:
“En W³ Ballet planteo una conciencia profunda del cuerpo. Saber qué, cuándo y dónde está o debe estar. Esa búsqueda nació de mi interés por integrar la percepción sensorial, la biomecánica y la emoción en un mismo lenguaje corporal.”
Desde su infancia, explica, tuvo la necesidad de analizar el cuerpo, comprenderlo y sentirlo más allá del movimiento.
“Siempre quise entender lo que hacía mi cuerpo, no sólo disfrutarlo, sino conocer de dónde venía. Estudié Laban Movement Analysis y con maestros pioneros entendí la relación entre cuerpo, espacio y tiempo. Creo que ahí nació el W³, porque el movimiento es eso: saber qué, cuándo y dónde ocurre.”
Su formación en Londres y posteriormente en Estados Unidos la llevó a integrar enfoques somáticos como Alexander Technique y Feldenkrais, métodos que enseñan a mover el cuerpo desde una inteligencia interna.
“Estos métodos me enseñaron que el movimiento también es pensamiento. No se trata sólo de ejecutar una posición, sino de vivirla desde dentro.”
Así nació su método W³ (What, When, Where), una propuesta que despierta la inteligencia sensorial de cada bailarín para que la técnica se convierta en una forma de autoconciencia. En sus clases, Sarah combina visualizaciones, biomecánica, neurociencia y secuencias desde la barra hasta el centro, afinando la alineación y revelando nuevas dinámicas de movimiento.
Enseñar para compartir
Durante su encuentro con los alumnos mazatlecos, Sarah expresó la alegría de volver a un entorno educativo donde los jóvenes cuerpos están llenos de energía y curiosidad.
“Me encanta enseñar, me encanta compartir con esta nueva generación, formar nuevas generaciones de bailarines. Es importante estar aquí con estos jóvenes que están tan abiertos, que quieren conocer, aprender y hacen muchísimas preguntas.”
La coreógrafa confesó que esta experiencia le recordó la importancia de la docencia como intercambio continuo.
“A veces regreso a casa pensando en las preguntas que no supe responder en el momento. Me quedo reflexionando: ¿cómo puedo contestarles después? Es un tiempo corto para compartir, pero lleno de intensidad y aprendizaje.”
Sarah se mostró inspirada por la curiosidad de los estudiantes de la EPDM:
“Lo que veo es una generación que tiene muchas preguntas, mucho deseo de entender desde este lugar del cuerpo y del movimiento. Y eso me hace pensar en mis propios maestros, en cómo ciertas clases te marcan para toda la vida.”
Recordó la experiencia de una maestra que transformó su percepción de la danza:
“Fue una semana de clases y me cambió la vida. Pensé: la voy a seguir toda mi vida. Hay algo en esas experiencias que se queda, como una semilla que tal vez germine en una, dos o tres personas… pero ahí queda.”
Sarah reflexionó también sobre el valor del aprendizaje continuo en la danza:
“No tenemos el conocimiento de todo. El conocimiento se sigue toda la vida. Cada vez que enseño, también aprendo. Venir aquí me recuerda que hay una búsqueda constante, y eso me da más ganas de seguir abriéndome a nuevas perspectivas.”
Para ella, el movimiento es también un acto de equilibrio interno:
“No se trata de hacer balance por hacerlo, sino de entender qué puedo cambiar a nivel neuronal que afecte al resto del cuerpo. Todo está conectado. Mi cerebro también es un músculo.”
Radicada entre México, Francia y Estados Unidos, Sarah reconoce que su trabajo se nutre del intercambio entre culturas.
“Moviéndonos entre estos países vemos distintas maneras de acercarnos a la enseñanza. Mazatlán es un lugar ideal para que artistas invitados compartan con los jóvenes su manera de ver el cuerpo y la danza.”