
Nadie, en un año, fue tan severo contra Andrés Manuel López Obrador como Cuauhtémoc Cárdenas, quien, en una entrevista a El País, no lo pone al nivel de las emblemáticas figuras de las otras tres ‘transformaciones’
¿Tiene por qué preocupar al Presidente López Obrador que Cuauhtémoc Cárdenas no lo vea “al mismo nivel” que Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas; que piense, “como muchos mexicanos”, que estamos ante otro sexenio perdido; mire a México haciendo “el trabajo sucio” a Estados Unidos en materia migratoria y, de paso, se burle de la pretensión de, “con una declaración actual”, cambiar el pasado, pues ni lo cambia ni sucede nada. De lo ocurrido 500 o 1000 años atrás (como la conquista de México) no podemos echar la culpa a nadie?
Claro que debe preocuparse, y hace mal en eludir la severidad de las palabras del hijo del General Lázaro Cárdenas al periódico español El País porque sus cuestionamientos son los mismos que a diario repiten los pocos de sus adversarios políticos que se atreven a hacer oposición y la mayoría de los comentaristas de la prensa formal.
A estos, López Obrador suele sacudírselos, mañana a mañana, echando mano de su caudal de adjetivos, en los que sobresalen “conservador”, “neoliberal” y “fifí”, pero ¿cómo endosarlos a quien, según el diario español, es considerado el líder espiritual de la izquierda mexicana y cuyo hijo, Lázaro, es el jefe de asesores del Presidente?
EL DESCONTÓN LO CALENTÓ
En la conferencia mañanera del jueves pasado, López Obrador no pudo ocultar su molestia por los conceptos de Cárdenas, pero, como dice respetarlo mucho, prefirió no entrar en polémica; eso sí, aprovechó la oportunidad para promover su nuevo libro e insistir en que encabeza un cambio de régimen cuya finalidad es acabar con la corrupción causante de una “monstruosa desigualdad económica y social”.
Sin duda, la crítica descarnada de Cuauhtémoc lo tomó de sorpresa. Podría esperarlo de cualquiera, pero ¿por qué el descontón corrió a cargo, precisamente, de él?
Claro que, permítaseme usar el lenguaje coloquial presidencial, lo calentó.
A estas alturas ya nadie considera al ingeniero Cárdenas el “líder espiritual” de la izquierda mexicana, sin embargo, con el Presidente es una de sus figuras más señeras.
Es, sí, quien encabezó la ruptura priísta a finales del sexenio de Miguel de la Madrid y unificó a las izquierdas de entonces con la intención de tomar el poder. Lo intentó en tres ocasiones y falló. Como haría López Obrador en su momento, alegó fraude electoral, al menos cuando lo derrotó Carlos Salinas; contra Ernesto Zedillo nada pudo hacer, ni contra Vicente Fox, éste un fenómeno electoral como Andrés Manuel, pero de derecha.
Cárdenas gozó, entonces, del beneficio de su apellido. A finales de los años 80, su padre aún vivía en la memoria colectiva; en el campo, las universidades y en el medio intelectual, se le veneraba. La mayoría de sus electores acudió a las urnas a votar por el General. Y su hijo lo aprovechó a la perfección, sin embargo, los Presidentes de entonces supieron atravesársele.
Andrés Manuel es beneficiario del rompimiento de Cuauhtémoc con el sistema priísta. Se montó en la estructura del PRD, creada por el michoacano, para ser jefe de Gobierno de la Ciudad de México, competir dos veces por la Presidencia y crear su propio partido, Morena, hoy convulsionado por la lucha entre las distintas facciones de la izquierda que en su momento se llamaron a sí mismas tribus perredistas, y lo siguen siendo en el partido de López Obrador.
Líder espiritual o no, Cuauhtémoc es una figura que, aun sin proponérselo, hace sombra a cualquiera en la izquierda, algo no muy del gusto del Presidente, en cuyo mundo todo gira en torno a él, como lo han entendido sus colaboradores, la mayoría de los cuales prefiere pasar desapercibidos. Quienes sobresalen lo hacen sólo a partir de estrategias de su jefe; ninguno se atrevería a hacerlo por decisión propia. Pagaría cara su osadía.