PRI 2018: balanza sin fiel

XXII Asamblea PRI

 

Como señala la liturgia política tradicional, el último año y cinco meses de gobierno estará girando en torno de la elección presidencial: fijación de las reglas, candidato priista, campañas, elecciones, tiempos poselectorales y cambio de gobierno.

El dato mayor que se le presenta al PRI por segunda ocasión y que determinará el dinamismo del tiempo político es el hecho de que ya no se enfrenta una sucesiónpresidencial —herencia del poder— porque el destape del candidato priista no será la elección, sino que las encuestas señalan que el PRI viene desde del sótano de las expectativas y que tiene posibilidades y probabilidades de perder la Presidencia.

Este escenario es el que fijará el accionar del sistema político priista. Es obvio que el presidente Enrique Peña Nieto está cierto —y muy cierto— de querer que el PRI gane de nueva cuenta la Presidencia; por tanto, el escenario político nacional importante no estará en la oposición sino en el PRI.

De ahí, pues, la lectura estratégica que se le pueda hacer a la XXII Asamblea Nacional que giró decisivamente en torno de la facultad metaconstitucional del presidente de la República como el jefe máximo del PRI y por tanto el único facultado para decidir la candidatura presidencial.

Y ahí es donde las últimas semanas han dejado ciertos indicios políticos que deben incluirse en cualquier análisis.

Las candidaturas presidenciales priistas de 1976, 1982, 1988, 1994 y 2000 se hicieron sincumplir con el requisito fundamental del presidente consensuando intereses: Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Salinas impusieron a su candidato y fracturaron al PRI; Zedillo no pudo poner sucesor y abandonó al partido, y Madrazo quebró la unidad interna por la forma de autoasignarse la candidatura.

El gran mito sobre el proceso de designación del candidato presidencial fue inventado por López Portillo: el presidente de la República es el fiel de la balanza; es decir, el peso asignado a uno de los dos platos para inclinar las preferencias. En realidad, el presidente de la República es la balanza ya inclinada hacia un lado, no el fiel; y su tarea es la de administrar, negociar o imponer a su preferido.