Sinaloa es tierra de luz y esperanza

Bellezas Naturales en Sinaloa

Sinaloa es tierra de luz y esperanza, poseedora de un profundo orgullo regional que lo proyecta con entusiasmo a todo el mundo; con una cocina de productos marinos y exquisitas combinaciones de carnes y frutas, junto a unos atardeceres dorados en El Mavirí, cerca de Topolobampo; en El Tambor, pegado a Altata, y en Cerritos, al norte de Mazatlán.

Sinaloa se recrea al norte con escarpados cerros y profundas cañadas, donde el petroglifo y el arte rupestre nos aguardan con destellantes sorpresas, como en la cueva de Huites, junto a la presa Luis Donaldo Colosio. Este norte sinaloense es combinación de aguas, pesca deportiva y tradición beibolera.

El paisaje de Sinaloa en los valles es de recurrencia estacional, con definidos verdores y radicales resequedades, que a pesar de todo sorprenden por su belleza. Hacia el mar, los lomeríos y las suaves elevaciones, con sus recorridos de caminos, brechas y carreteras, son una pedagogía agrícola por sus cultivos de maíz, frijol, cártamo, garbanzo, trigo, tomate, pepinos, calabacitas, rábanos, sandías, melones, berenjenas, y las frutas del mango, lichis, limones, ciruelas y otras.

Sinaloa es espacio de aguas, con sus presas, represas, lagunas, ríos y canales que nos muestran la vida en un venario que explota en borbotones transparentes. Río Sinaloa con San Felipe y Santiago de Sinaloa, la villa pionera del confín novohispano que ensayó la misión jesuita como ejemplo para todo el noroeste mexicano y el sudoeste norteamericano. Para terminar, hay en Guasave y Las Glorias una sorprendente expansión de playas para el descanso y el disfrute del mejor arte culinario de pescados y mariscos.

Siguen al sur el río Évora, con Mocorito, Guamúchil y Angostura, centro productivo de agricultores que cultivan los mejores garbanzos, las más sabrosas sandías y recolectan ahuamas y pitahayas marismeñas, los grandes camarones azulados en su rotunda expresión. Tierra de los amarillos y los intensos verdes, de los azules y las terracotas de los picachos y las combas eróticas de sus cerros y lomas, que incitan a la caza de las palomas degustadas en la plaza Mocorito al pie de su templo colonial.

El Culiacán de los ríos Humaya y Tamazula, con sus presas Sanaloa y López Mateos, su cercanía al mar con el balneario de Altata, le confiere a la ciudad una situación privilegiada en el disfrute de los diversos paisajes y de las aguas. Espectáculos deportivos de alto nivel de carácter náutico y el beisbol culichi en su espléndido parque “Ángel Flores”, el mejor del país.

Más hacia el sur los cultivos hortícolas de elota que recogen el esfuerzo de la mano de obra indígena de varias etnias para hacerse manjar en las mesas de los centro de la globalidad. Y la colonial Cosalá, últimamente declarada patrimonio nacional por sus bellezas arquitectónicas y su original historia minera.

Mazatlán, con sus carnavales de ensueño y la alegría de sus moradores que nos regalan con su presencia el complemento de los dorados atardeceres en una hotelería de los más diversos gustos y posibilidades.

Mazatlán reúne en su entorno a la bella Concordia y a Copala del barroco norteño, junto con Rosario. A sus alrededores presas y represas, esteros y lagunas, cerros y lomas de fruta estacional con el testigüil, el tesgüino y los tamales barbones y los camarones oreados de Escuinapa.

Sinaloa es belleza y generosidad; fauna y flora; tierras y aguas; hombres y mujeres que nos muestran la posibilidad de un pueblo que marcha firmemente en pos de su futuro.